Introducción
Heráclito como excusa.
La línea de interpretación que demos a los fragmentos de Heráclito debe pasar por todos lo puntos o fragmentos, por eso, cualquier interpretación aislada, a posteriori, de un fragmento, puede dar a esa interpretación un sentido distinto. Es claro que Heráclito, sin dejar de ver sus conexiones milesias, debe ser referido a coordenadas distintas de las de la Escuela Milesia, pues con respecto a aquella. Se encuentra ya ante un material de “Ideas representables” con problemas internos propios y desprendidas ya relativamente de las cuestiones categoriales (geometría, meteorología, astronomía); algunas de esas cuestiones ni siquiera las retoma o supera. Hay un lado también religioso en Heráclito que queda sin resolver en cuanto a su explicitad filosófica; es la influencia órfica e incluso en tanto discípulo de Jenófanes. Hay una “reflexión formal” sobre los atributos ontológicos de Zeus y de su relación con el mundo, y no sólo las relaciones empíricas entre Zeus y el culto profesional que le deben los sacerdotes; por eso hay un nivel ontológico y explícito en Heráclito.
No han sido precisamente los filósofos profesionales de la(s) época (s) los que han mostrado esa relación; tendemos más bien a pensar que fueron los sacerdotes profesionales los que lo intentan relacionar, como medio para ahuyentar la razón de la filosofía (hacia la teosofía), con la institución de la religión; la conexión con el orfismo lo debemos en parte a san Hipólito (s.III) en el libro IX de su Refutación de todas las herejías, donde se expresa que todas las herejías cristianas no eran otra cosa sino la resurrección de sistemas de pensamiento pagano. En ese libro habla de la herejía de Noeto, el “patripasianismo” (como el padre y el hijo son idénticos, el padre sufre y muere en la persona de su hijo). Desde la perspectiva de una estética del arte religioso antiguo, (la de san Hipólito, por cierto, o la de san Ignacio de Antioquía), perspectiva pagana, puesto que los rituales paganos no eran más que “simulaciones ante el dios”, aunque de hecho se practicaran auténticos asesinatos, esa “identidad” o “mismidad” del padre y del hijo, queda en entredicho, sólo se pudo dar una vez; el hijo, en la ontoteología cristiana de la época, no es más que un actor loco y aunque del hecho de que un padre posea las propiedades que él posee, pueda explicar que el hijo posee las propiedades que él posee, y aunque los dos puedan incluso parecerse, por eso los cristianos los confunden, eso no quiere decir que el hijo sea una imitación del padre. Por eso dicen que el padre es distinto al hijo, y sostienen, docetistas y gnósticos valentianianos, la tesis de la apariencia del cuerpo de cristo, y por tanto la apariencia de su nacimiento y su muerte. San Hipólito piensa que esta herejía es una reedición de la filosofía de Heráclito; y parece que Gustavo Bueno también, en sus Ensayos materialistas: “Es importante subrayar, en este contexto, la significación materialista del cristianismo, en su polémica contra el formalismo metafísico neoplatónico, en cuya línea se desenvolvió, p. ej., la herejía docetista. El dogma central del cristianismo, el dogma del Verbo Encamado, supone una elevación del "estatuto ontológico" del cuerpo, que deja de ser casi la nada (apariencia, principio del mal, etc.), para convertirse en una realidad positiva divinizada. El cristianismo, ya desde su comienzo, junta las dos tradiciones hasta entonces irreconciliables sobre la materia: la tradición espiritualista (cristianismo de trascendencia) y la tradición materialista (cristianismo de "inmanencia"), y aun las funde en el dogma de la resurrección de la carne, por virtud del cual el materialismo se hace trascendente. Lo que no se puede olvidar es que, en toda la Historia, al lado del cristianismo "docetista", que desprecia ascéticamente a la materia corpórea, se desenvuelve el cristianismo educador de la conciencia materialista, que predica el respeto al mundo corpóreo, como obra de Dios, y excomulga a quienes, por desprecio, se abstienen de boda, carne o vino (Canon 50 de los llamados "Cánones de los Apóstoles").” Lo que ya no dice Gustavo Bueno es porqué se recurre a la estética filosófica para justificar la trascendencia de la carne; boda, carne y vino es un ritual aparente escénico muy antiguo.
El único mito griego en donde un padre y un hijo divinos, que son lo mismo y son distintos, han sufrido pasión y muerte y resurrección –palingenesia, es el mito órfico de Disoniso-Zagreus, que es el hijo de Zeus y que, asesinado y descuartizado por los titanes, cuando de niño jugaba con un espejo, y fue resucitado por su padre. Pues bien, a este mito alude Heráclito, y lo trastoca de forma filosófica en el fr. 52: “El tiempo (Eón) es un niño que juega a los dados y de él es la realeza”. Y en el fragmento 53 dice: “los cadáveres deben arrojarse más que el estiércol”; la incineración de cadáveres era un rito órfico de purificación en orden a la palingenesia. Este es el sentido de la tesis de los contrarios. Es la reformulación del orfismo en términos ontológicos; transforma o transpone los dogmas, ritos y mitos órficos, pero no fabrica misterios, fr.14.
Hay dos momentos esenciales sen su ontología (más que nada por su aparente desconexión): 1/la concepción de la unidad de los contrarios. 2/ La concepción del devenir absoluto. La peculiaridad de su ontología es establecer esa conexión.-
La línea de interpretación que demos a los fragmentos de Heráclito debe pasar por todos lo puntos o fragmentos, por eso, cualquier interpretación aislada, a posteriori, de un fragmento, puede dar a esa interpretación un sentido distinto. Es claro que Heráclito, sin dejar de ver sus conexiones milesias, debe ser referido a coordenadas distintas de las de la Escuela Milesia, pues con respecto a aquella. Se encuentra ya ante un material de “Ideas representables” con problemas internos propios y desprendidas ya relativamente de las cuestiones categoriales (geometría, meteorología, astronomía); algunas de esas cuestiones ni siquiera las retoma o supera. Hay un lado también religioso en Heráclito que queda sin resolver en cuanto a su explicitad filosófica; es la influencia órfica e incluso en tanto discípulo de Jenófanes. Hay una “reflexión formal” sobre los atributos ontológicos de Zeus y de su relación con el mundo, y no sólo las relaciones empíricas entre Zeus y el culto profesional que le deben los sacerdotes; por eso hay un nivel ontológico y explícito en Heráclito.
No han sido precisamente los filósofos profesionales de la(s) época (s) los que han mostrado esa relación; tendemos más bien a pensar que fueron los sacerdotes profesionales los que lo intentan relacionar, como medio para ahuyentar la razón de la filosofía (hacia la teosofía), con la institución de la religión; la conexión con el orfismo lo debemos en parte a san Hipólito (s.III) en el libro IX de su Refutación de todas las herejías, donde se expresa que todas las herejías cristianas no eran otra cosa sino la resurrección de sistemas de pensamiento pagano. En ese libro habla de la herejía de Noeto, el “patripasianismo” (como el padre y el hijo son idénticos, el padre sufre y muere en la persona de su hijo). Desde la perspectiva de una estética del arte religioso antiguo, (la de san Hipólito, por cierto, o la de san Ignacio de Antioquía), perspectiva pagana, puesto que los rituales paganos no eran más que “simulaciones ante el dios”, aunque de hecho se practicaran auténticos asesinatos, esa “identidad” o “mismidad” del padre y del hijo, queda en entredicho, sólo se pudo dar una vez; el hijo, en la ontoteología cristiana de la época, no es más que un actor loco y aunque del hecho de que un padre posea las propiedades que él posee, pueda explicar que el hijo posee las propiedades que él posee, y aunque los dos puedan incluso parecerse, por eso los cristianos los confunden, eso no quiere decir que el hijo sea una imitación del padre. Por eso dicen que el padre es distinto al hijo, y sostienen, docetistas y gnósticos valentianianos, la tesis de la apariencia del cuerpo de cristo, y por tanto la apariencia de su nacimiento y su muerte. San Hipólito piensa que esta herejía es una reedición de la filosofía de Heráclito; y parece que Gustavo Bueno también, en sus Ensayos materialistas: “Es importante subrayar, en este contexto, la significación materialista del cristianismo, en su polémica contra el formalismo metafísico neoplatónico, en cuya línea se desenvolvió, p. ej., la herejía docetista. El dogma central del cristianismo, el dogma del Verbo Encamado, supone una elevación del "estatuto ontológico" del cuerpo, que deja de ser casi la nada (apariencia, principio del mal, etc.), para convertirse en una realidad positiva divinizada. El cristianismo, ya desde su comienzo, junta las dos tradiciones hasta entonces irreconciliables sobre la materia: la tradición espiritualista (cristianismo de trascendencia) y la tradición materialista (cristianismo de "inmanencia"), y aun las funde en el dogma de la resurrección de la carne, por virtud del cual el materialismo se hace trascendente. Lo que no se puede olvidar es que, en toda la Historia, al lado del cristianismo "docetista", que desprecia ascéticamente a la materia corpórea, se desenvuelve el cristianismo educador de la conciencia materialista, que predica el respeto al mundo corpóreo, como obra de Dios, y excomulga a quienes, por desprecio, se abstienen de boda, carne o vino (Canon 50 de los llamados "Cánones de los Apóstoles").” Lo que ya no dice Gustavo Bueno es porqué se recurre a la estética filosófica para justificar la trascendencia de la carne; boda, carne y vino es un ritual aparente escénico muy antiguo.
El único mito griego en donde un padre y un hijo divinos, que son lo mismo y son distintos, han sufrido pasión y muerte y resurrección –palingenesia, es el mito órfico de Disoniso-Zagreus, que es el hijo de Zeus y que, asesinado y descuartizado por los titanes, cuando de niño jugaba con un espejo, y fue resucitado por su padre. Pues bien, a este mito alude Heráclito, y lo trastoca de forma filosófica en el fr. 52: “El tiempo (Eón) es un niño que juega a los dados y de él es la realeza”. Y en el fragmento 53 dice: “los cadáveres deben arrojarse más que el estiércol”; la incineración de cadáveres era un rito órfico de purificación en orden a la palingenesia. Este es el sentido de la tesis de los contrarios. Es la reformulación del orfismo en términos ontológicos; transforma o transpone los dogmas, ritos y mitos órficos, pero no fabrica misterios, fr.14.
Hay dos momentos esenciales sen su ontología (más que nada por su aparente desconexión): 1/la concepción de la unidad de los contrarios. 2/ La concepción del devenir absoluto. La peculiaridad de su ontología es establecer esa conexión.-