Arquíloco y Aquiles olvidados

"No se puede la vida del hombre recuperar, ni comprar, una vez pasa la barrera de los dientes"(Aquiles, Ilíada 9,408)
El escudo que arrojé de mal grado en un arbusto,
soberbia pieza, ahora lo blande un tracio;
pero salvé la vida. ¿Qué me importa el escudo?
Otro tan bueno puedo comprarme.
(Arquíloco,traducción Ricardo Sánchez Ortiz)

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sábado, 25 de octubre de 2008

Husserl o Gustavo Bueno


El materialismo filosófico está “empeñado” en que la Idea de Materia se predica trascendentalmente de los diferentes Géneros de Materialidad e incluye así la conciencia predicativa, haciendo a la conciencia Trascendental pura actividad; el error, la falsedad es que lo interpreta de forma psicológica en la crítica o regressus achacando a otros su psicologismo, o no explicando porqué no puede darse una “conciencia autista” con un Ego individual subjetivo responsable de la generación e invención de otras intersecciones de Ideas; precisamente su psicologismo consiste en la ocultación de una estética filosófica de la Idea de Materia que no es ni imanente ni trascendente, sino que es una pluralidad pasiva y pasible indefinida; olvida las tonalidades afectivas de los mundos, creyendo (en una creencia puramente religiosa) que no es más que psicologismo y diferenciando dos polos si quieren conjugados: apariencia y realidad efectiva que hacen unos sujetos operatorios subjetivos; no distinguen percepción ni phantasia, pues ésta sería, en línea con Husserl, algo manipulable. Aquí está esta creencia y su identidad, y lo que hacen aparecer confundiendo aprehensiones y cualidades:
1- CREENCIA PERCEPTIVA P1P2… Pn..P2P1=
encadenamiento perceptivo
APARICIONES A1P1A2PAn A1
-> -> ->
ligadas por unidad de identidad. Las flechas = intención a) en el seno de la continuidad del encadenamiento perceptivo en identificación continua.
=”intención” aprehensiva por similitud y contigüidad. Se establecen así, en las conciencias actividades perceptivas modificadas, a través de la creencia como impresión. Se quedan en Husserl de 1908.
Aunque Gustavo Bueno muchas veces se desmarca de los sujetos operatorios del materialismo filosófico; el Cristianismo, según Gustavo Bueno, debería defender, en principio, la tesis de la pluralidad de los mundos. Pero, por otro lado, la tesis de la economía divina—en tanto que se apoya en la fe, en la realidad individual del Verbo encarnado— sugiere que, de hecho, sólo nuestro mundo existe. Esta era la tesis de Santo Tomás: los mundos pueden ser infinitos, pero, de hecho, sólo existe el nuestro; y éste podía ser ab aetemo, pero, de hecho, ha sido creado en el tiempo.
Hipólito (s.III) en el libro IX de su Refutación de todas las herejías, donde se expresa que todas las herejías cristianas no eran otra cosa sino la resurrección de sistemas de pensamiento pagano. En ese libro habla de la herejía de Noeto, el “patripasianismo” (como el padre y el hijo son idénticos, el padre sufre y muere en la persona de su hijo). Desde la perspectiva de una estética del arte religioso antiguo, (la de san Hipólito, por cierto, o la de san Ignacio de Antioquía), perspectiva pagana, puesto que los rituales paganos no eran más que “simulaciones ante el dios”, aunque de hecho se practicaran auténticos asesinatos, esa “identidad” o “mismidad” del padre y del hijo, queda en entredicho, sólo se pudo dar una vez; el hijo, en la ontoteología cristiana de la época, no es más que un actor loco y aunque del hecho de que un padre posea las propiedades que él posee, pueda explicar que el hijo posee las propiedades que él posee, y aunque los dos puedan incluso parecerse, por eso los cristianos los confunden, eso no quiere decir que el hijo sea una imitación del padre. Por eso dicen que el padre es distinto al hijo, y sostienen, docetistas y gnósticos valentianianos, la tesis de la apariencia del cuerpo de cristo, y por tanto la apariencia de su nacimiento y su muerte. San Hipólito piensa que esta herejía es una reedición de la filosofía de Heráclito; y parece que Gustavo Bueno también, en sus Ensayos materialistas: “Es importante subrayar, en este contexto, la significación materialista del cristianismo, en su polémica contra el formalismo metafísico neoplatónico, en cuya línea se desenvolvió, p. ej., la herejía docetista. El dogma central del cristianismo, el dogma del Verbo Encarnado, supone una elevación del "estatuto ontológico" del cuerpo, que deja de ser casi la nada (apariencia, principio del mal, etc.), para convertirse en una realidad positiva divinizada. El cristianismo, ya desde su comienzo, junta las dos tradiciones hasta entonces irreconciliables sobre la materia: la tradición espiritualista (cristianismo de trascendencia) y la tradición materialista (cristianismo de "inmanencia"), y aun las funde en el dogma de la resurrección de la carne, por virtud del cual el materialismo se hace trascendente. Lo que no se puede olvidar es que, en toda la Historia, al lado del cristianismo "docetista", que desprecia ascéticamente a la materia corpórea, se desenvuelve el cristianismo educador de la conciencia materialista, que predica el respeto al mundo corpóreo, como obra de Dios, y excomulga a quienes, por desprecio, se abstienen de boda, carne o vino (Canon 50 de los llamados "Cánones de los Apóstoles").” Lo que ya no dice Gustavo Bueno es porqué se recurre a la estética filosófica para justificar la trascendencia de la carne; boda, carne y vino es un ritual aparente escénico muy antiguo.