Arquíloco y Aquiles olvidados
"No se puede la vida del hombre recuperar, ni comprar, una vez pasa la barrera de los dientes"(Aquiles, Ilíada 9,408)
El escudo que arrojé de mal grado en un arbusto,
soberbia pieza, ahora lo blande un tracio;
pero salvé la vida. ¿Qué me importa el escudo?
Otro tan bueno puedo comprarme.
(Arquíloco,traducción Ricardo Sánchez Ortiz)
soberbia pieza, ahora lo blande un tracio;
pero salvé la vida. ¿Qué me importa el escudo?
Otro tan bueno puedo comprarme.
(Arquíloco,traducción Ricardo Sánchez Ortiz)
ARQUERO
lunes, 21 de diciembre de 2009
glaciar
El claro del papel en blanco
llena el poema antes de plasmarlo
existe una duda terrible del caminar,
el aislamiento es ausencia,
ya no se anhelan acontecimientos.-
Lo escrito sustituye un grano de arena,
robado al terminar la obra.
ni un solo día queda perdido,
externo efecto de ausentarse,
todavía se atiende la contingencia.
lunes, 26 de octubre de 2009
El carácter
Si hubiera alguien que pudiera mirar alrededor suyo,
No vería nada más que desconocidos.
Si hubiera alguien que no hiciera asunto de su alrededor,
las marcas reflexivas de la conciencia desaparecerían;
los papeles volarían por los aires,
jugarían con el viento,
repartirían el azar por los costados,
en tiempos pasados.
Entonces fundaríamos los caracteres de imagen tranquilos,
y la materia sería asunto de hazañas perdidas,
intransigentes en su intención,
sin sensaciones contenidas-
Si encuentras un punto en la lazada,
no dudes en tirar de él;
y como un bailarín llena el espacio de marcas,
de las roturas,
porque no hay encomios claros de tu hazaña.-
lunes, 25 de mayo de 2009
sonido del azar
El azar arranca lágrimas a lo determinado
como las gotas caen de las hojas después de la lluvia,
se despliega la respuesta de la naturaleza.
Se invierte el inicio cuando todo acaba,
todo se vuelve a mezclar
porque algo espera.
igual que la impresión del tiempo,
es el sonido del azar.
Y si alguien no lo interrumpe,
todo queda pleno.
el sentido del azar no conoce matriz,
aunque simule.
martes, 12 de mayo de 2009
martes, 28 de abril de 2009
Sexta rotura: Refluencias
Estatua de Rodin, museo d´Orsay, París.
¿Cuándo llega a calar el “placer estético del espectador” en la mímesis en Grecia? Precisamente cuando más conciencia se tenía de que “lo imaginativo” no tenía que conformar su concepto de realidad; pero ¿lo anterior pertenece entonces a la “psicosis de la imaginación”? La estrategia de Sócrates consiste precisamente en ponernos ante una contradicción esencial, puesto que dice: ¡llevemos la vida al arte; demos por excelente a la mímesis para la polis! Nietzsche decía que esto era el socratismo estético; pero de ello resulta que el arte mimético fracasa, como la tragedia griega, cuado llega a parecerse a la vida. Este problema se encuentra en el “contexto inicial”, porque, a parte de que el sentido del efecto artístico nazca ahí, no existe ninguna especie de “viaje en el tiempo”, ni tiempo que es un no-tiempo, o no presente; ¿podemos ejercitar una “retroacción” como un ejercicio asimétrico, que se convierte en una refluencia aprehendiendo un “contexto pos-inicial” que forma el “contexto de sentido” para disfrutar de ese placer estético? ¿Se puede actualizar el “contexto de sentido inicial”? Estaríamos hablando de algo no-somático; por lo tanto no hay actualidad de la obra, pues ni siquiera hay actualización; aunque sí que sea actualizable de forma trascendente: por un lado en el sentido inicial que puede quedar olvidado; y por otro lado en el contexto de sentido, realmente si lo hay, mucho más potente que el "sentido inicial" originario; pero la obra en cuanto hablamos de “originaria” (mímesis de Homero), la hacemos trascendente inevitablemente, la vaciamos de sentido. Esto es posible por el principio de transgresión en el arte, donde no cabe el principio lógico de no contradicción; a esta rotura accede Platón en el Ión cuando habla de la tradición sofista del arte en Grecia: comienza advirtiendo la necesidad de que el rapsoda llegue a interpretar a los viejos poetas y penetre en su pensamiento para expresarlo bellamente: “Por cierto, Ion, que muchas veces os he envidiado a vosotros, los rapsodas, a causa de vuestro arte; vais siempre adornados y os presentáis lo más bellamente que podéis, como corresponde a vuestro arte, y al par necesitáis frecuentar a todos los buenos poetas y, principalmente a Homero {...}y penetrar no sólo sus palabras, sino su pensamiento. {...} no sería buen rapsoda aquel que no entiende lo que dice el poeta. Conviene pues que el rapsoda llegue a ser un intérprete del discurso del poeta, ante los que escuchan, ya que sería imposible a quien no conoce lo que el poeta dice, expresarlo bellamente.”(Ion, 530b-c, traducción de ed. Gredos).Ahora bien, según Platón en esa reflexión no hay una técnica, razón, sino un encantamiento, y no es el rapsoda el que crea y decide los diálogos sino las musas, el vino y el ritmo, y el encantamiento de Baco; y eso es para Platón una demencia que, no deja trabajar a la inteligencia ni tomar conciencia de lo que se dice: “ Ya miro ,Ion, y es más, intento mostrarte lo que me parece que es. Porque no es una técnica lo que hay en ti al hablar bien sobre Homero; tal como yo decía hace un momento, una fuerza divina es la que te mueve, parecida a la que hay en la piedra que Eurípides llamó magnética y la mayoría heráclea.{...}, la musa misma crea, inspirados, y por medio de ellos empiezan a encadenarse otros en este entusiasmo. De ahí que todos los poetas épicos, los buenos, no es en virtud de una técnica por lo que dicen todos esos bellos poemas, sino que están endiosados y posesos.{...}, los poetas líricos hacen sus bellas composiciones no cuando están serenos sino cuando penetran en las bellas regiones de la armonía y el ritmo poseídos por Baco.” (533d-534b, Ion).Pero su crítica a este tipo de arte va aún más allá: “Y si la divinidad les priva de la razón {...}, es para que nosotros, que los oímos, sepamos que no son ellos, privados de la razón como están, los que dicen cosas tan excelentes, sino que es la divinidad misma quien las dice y quien, a través de ellos, nos habla.”(Ion, 534d). El interés de Platón por demostrar que Ion no es experto en su oficio, sino que se mueve por instinto, anula toda posible relevancia, para el concepto de filosofía que Platón pretende construir, de esta tradición mítica que representan rapsodas y aedos, pero no sólo estos, pues Platón dice que éstos sólo son una parte, sino toda la tradición desde Homero, pues su filosofía no admite a los que están fuera de su razón: “Por consiguiente, oh Ion, ¿diremos que está en su razón ese hombre que, adornado con vestiduras llamativas y coronas doradas, se lamenta en los sacrificios y en las fiestas solemnes, sin que sea por habérsele estropeado algo de lo que lleva encima, o experimenta temor entre más de veinte mil personas dispuestas hacia él, y ninguna de ellas le roba o hace daño?{...}. ¿No sabes que el espectador es el último de esos anillos, a los que me refería, que por medio de la piedra de Heraclea toman la fuerza unos de otros, y que tú, rapsoda y aedo, eres el anillo intermedio y que el mismo poeta es el primero?”(Ion, 535d-536a).Así es como Platón deja fuera a los artistas y se apodera de la filosofía para hacerla racional. Y así es como se toma conciencia de que el arte mimético es un pasatiempo peligroso si llega a conformar nuestro concepto de realidad.
lunes, 23 de febrero de 2009
BIG JOE WILLIAMS, una vida en los bolsillos.
Joseph lee Williams o Poor Joe; Crawford, Mississippi, 16/10/1903 / Macon, Mississippi, 17/9/1982.
Uno de los originarios del blues del delta, con más de sesenta años de carrera profesional, conquistó desde los juke-joints sureños hasta los más grandes escenarios de los grandes festivales[1]. Influenciado por Charley Patton, denota una fuerte individualidad asentada, de estilo frenético e improvisado; tocaba su guitarra inventada de nueve cuerdas para recordar viajes, crisis económicas, crueldades, mujeres, y para conservar un estilo evocador y definitivo. Las estancias en las penitenciarias del Estado, esas cárceles de los que, en este caso concreto, estorbaban o habían sido arrastrados por los autojustificantes de la moral, y sin que sean por eso claro está los acicates del arte originario como piensan muchos, sino sólo para la supervivencia de ciertos aristócratas de la difusión, le permitieron componer algunos de sus temas más líricos.
Nos cuenta Sam Charters en la contraportada del disco de la fotografía que cuando empieza a hablar su cara se ablanda; cuando mira hacia arriba sonriendo su áspero acento del Mississippí se suaviza, no siendo nada difícil captar lo que va diciendo; pues eso precisamente caracteriza al blues originario, su claridad de exposición. Se vuelve receloso si alguien nuevo entra en la instancia, entonces sus ojos se vuelven súbitamente suspicaces y cuidadosos. Si alguien le pregunta por el dinero que ha ganado con la música se enfurece y da la espalda a todos; él mismo ha pasado muchos años sin saber si fue el dinero o el trabajo lo que condujo a un fin preestablecido. En 1978 a sus 69 años la vejez repentina ha hecho mella en él y a veces se queda en un estado en el que por espacio de un minuto no puede entender lo que ocurre a su alrededor o quizás más bien es su alrededor al que le parece increíble verlo. Se puede vislumbrar un firme y fuerte concepto de la lucha que continuamente tuvo que mantener Joe por algo que pudo surgirle cuando estuvo viajando desde su casa en Crawford.
Coge primeramente el estuche de su guitarra (resollando al agacharse y al abrir y sacar la guitarra). Junto a la guitarra guarda cosas que alguna otra vez puede resultarle de utilidad: copias de algunos de sus discos, menús de hoteles, programas de conciertos y alguna prenda de vestir. En los bolsillos guarda direcciones, cartas, apuntes de canciones, tickets viejos de dos o tres años atrás de viajes. Si lo que busca no estaba allí, empieza a buscar por otros bolsillos volviendo a cerrarlo todo como si lo cerrara con llave; toda una vida en los bolsillos. Esa es la vieja impresión que suscita la vida y obra de este gran artista. Aunque las cosas importantes las tiene cerradas en el estuche de su guitarra con un pequeño candado del que guarda celosamente la llave, pues ahí tiene pasaporte, contratos, dinero y billetes de viaje. No sabe leer ni escribir, pero a través de los años ha aprendido a entender los papeles que lleva ahí.
Fue uno de entre 16 hermanos, a los cuatro años y medio se construyó su propia guitarra y aprendió canciones. Dice: “La vida en los campamentos fue escuálida. Sucia colección de tiendas y cabañas, y trabajo exhaustivo, la vida no fue nada fácil; en un campamento de leñadores en medio de los pantanos, la Empresa tenía su propio lupanar, dando algunas veces una mujer a algún hombre que pretendía extraviarse a fin de retenerlo; el salario era de un dólar o dólar y medio al día, y ningún hombre pudo nunca ahorrar nada, y sólo salían los sábados por la noche, a beber y bailar al son de la guitarra de un hombre como Je Williams. Si algún hombre moría asesinado, los otros se encargaban de sacarlo fuera del camino”.
En su voz y sus dedos se plasma todo el pasado, vida y blues.
Si la estética del arte quiere seguir segregando y describiendo el arte, debe de poder y saber añadir esta lírica rural americana, y otras, a la lista de sus pretensiones fenomenológicas; no se puede mantener por ejemplo que la temporalidad originaria de la realidad humana en su más secreta intimidad se reduce a la nada, se trasciende o difiere[2]; sólo para justificar que el tiempo no es una realidad de la naturaleza universal y objetiva; y acto seguido abrir una vía férrea hacia la esclavitud de las dimensiones, esclavitud musical que, fue liberada intencionadamente en los años 60 para lo que iba a venir inmediatamente después, la formación de las generaciones televisivas de la música.
[1] “La gran enciclopedia del blues”, Gérard Herzhaft, Ma Non Troppo, 2003. También he consultado otro libro fabuloso: “Nothing but the Blues. Le blues: sa musique et ses musiciens”,Lawrence Cohn, Editions Abbeville-Paris, 1997.
[2] Pág. 184 delibro: “Rythmes et monde”, Jacques Garelli, ed. Jérôme Millon, 1991.
Uno de los originarios del blues del delta, con más de sesenta años de carrera profesional, conquistó desde los juke-joints sureños hasta los más grandes escenarios de los grandes festivales[1]. Influenciado por Charley Patton, denota una fuerte individualidad asentada, de estilo frenético e improvisado; tocaba su guitarra inventada de nueve cuerdas para recordar viajes, crisis económicas, crueldades, mujeres, y para conservar un estilo evocador y definitivo. Las estancias en las penitenciarias del Estado, esas cárceles de los que, en este caso concreto, estorbaban o habían sido arrastrados por los autojustificantes de la moral, y sin que sean por eso claro está los acicates del arte originario como piensan muchos, sino sólo para la supervivencia de ciertos aristócratas de la difusión, le permitieron componer algunos de sus temas más líricos.
Nos cuenta Sam Charters en la contraportada del disco de la fotografía que cuando empieza a hablar su cara se ablanda; cuando mira hacia arriba sonriendo su áspero acento del Mississippí se suaviza, no siendo nada difícil captar lo que va diciendo; pues eso precisamente caracteriza al blues originario, su claridad de exposición. Se vuelve receloso si alguien nuevo entra en la instancia, entonces sus ojos se vuelven súbitamente suspicaces y cuidadosos. Si alguien le pregunta por el dinero que ha ganado con la música se enfurece y da la espalda a todos; él mismo ha pasado muchos años sin saber si fue el dinero o el trabajo lo que condujo a un fin preestablecido. En 1978 a sus 69 años la vejez repentina ha hecho mella en él y a veces se queda en un estado en el que por espacio de un minuto no puede entender lo que ocurre a su alrededor o quizás más bien es su alrededor al que le parece increíble verlo. Se puede vislumbrar un firme y fuerte concepto de la lucha que continuamente tuvo que mantener Joe por algo que pudo surgirle cuando estuvo viajando desde su casa en Crawford.
Coge primeramente el estuche de su guitarra (resollando al agacharse y al abrir y sacar la guitarra). Junto a la guitarra guarda cosas que alguna otra vez puede resultarle de utilidad: copias de algunos de sus discos, menús de hoteles, programas de conciertos y alguna prenda de vestir. En los bolsillos guarda direcciones, cartas, apuntes de canciones, tickets viejos de dos o tres años atrás de viajes. Si lo que busca no estaba allí, empieza a buscar por otros bolsillos volviendo a cerrarlo todo como si lo cerrara con llave; toda una vida en los bolsillos. Esa es la vieja impresión que suscita la vida y obra de este gran artista. Aunque las cosas importantes las tiene cerradas en el estuche de su guitarra con un pequeño candado del que guarda celosamente la llave, pues ahí tiene pasaporte, contratos, dinero y billetes de viaje. No sabe leer ni escribir, pero a través de los años ha aprendido a entender los papeles que lleva ahí.
Fue uno de entre 16 hermanos, a los cuatro años y medio se construyó su propia guitarra y aprendió canciones. Dice: “La vida en los campamentos fue escuálida. Sucia colección de tiendas y cabañas, y trabajo exhaustivo, la vida no fue nada fácil; en un campamento de leñadores en medio de los pantanos, la Empresa tenía su propio lupanar, dando algunas veces una mujer a algún hombre que pretendía extraviarse a fin de retenerlo; el salario era de un dólar o dólar y medio al día, y ningún hombre pudo nunca ahorrar nada, y sólo salían los sábados por la noche, a beber y bailar al son de la guitarra de un hombre como Je Williams. Si algún hombre moría asesinado, los otros se encargaban de sacarlo fuera del camino”.
En su voz y sus dedos se plasma todo el pasado, vida y blues.
Si la estética del arte quiere seguir segregando y describiendo el arte, debe de poder y saber añadir esta lírica rural americana, y otras, a la lista de sus pretensiones fenomenológicas; no se puede mantener por ejemplo que la temporalidad originaria de la realidad humana en su más secreta intimidad se reduce a la nada, se trasciende o difiere[2]; sólo para justificar que el tiempo no es una realidad de la naturaleza universal y objetiva; y acto seguido abrir una vía férrea hacia la esclavitud de las dimensiones, esclavitud musical que, fue liberada intencionadamente en los años 60 para lo que iba a venir inmediatamente después, la formación de las generaciones televisivas de la música.
[1] “La gran enciclopedia del blues”, Gérard Herzhaft, Ma Non Troppo, 2003. También he consultado otro libro fabuloso: “Nothing but the Blues. Le blues: sa musique et ses musiciens”,Lawrence Cohn, Editions Abbeville-Paris, 1997.
[2] Pág. 184 delibro: “Rythmes et monde”, Jacques Garelli, ed. Jérôme Millon, 1991.
miércoles, 11 de febrero de 2009
voluntad-esencia-mundo
La música nos trae la inapariencia de la verdad a la apariencia; y la inapariencia no se muestra tal lo que vemos; en cada gesto humano se desvela nuestra auténtica libertad, exactamente igual que en la música, pero no cualquier música ejecutada de cualquier manera y en cualquier contexto; debemos tocar, o “atusar”, entreapercibir lo que oímos para que se nos muestre, debemos “atusarlo” desde nuestro leib interno insobornable y más consciente que la realidad que se muestra y vemos, pues ésta siempre lo hace de forma inconsciente y arbitraria, en donde la mayoría de las conjeturas se efectúan según un fictum atraído por lo que vemos pero no “atusamos”. No existe ese fictum en cambio, en la música “atusada” de esa forma. La forma desde la que entendemos los sonidos musicales tiene más que ver con lo pasado que con lo que está por escuchar. Sólo algunas personas se muestran con ese talento, el que ayuda a la escucha o también el que pone en marcha el mecanismo; son los héroes de las vivencias que otros no saben ver; los sujetos sin objeto, sin subjetividad externa, que reflejan de forma instantánea la inapariencia del arte. Cuando la música así vista o “atusada” se convierte en la ilusión del colectivo, entonces la vida responde a la vida; se acorta la distancia de la obra con la recepción. Entonces puede que nos convirtamos en el “espectador fenomenologizante” que practica la epojé dejando el ipse fuera de la implosión identitaria de los signos musicales. Pero eso instituye los “fiadores” o entre-apercepciones del sentido que se busca como una NUEVA ONTOLOGÍA, las nuevas reglas para la voluntad, las pseudo-psicosis sociales. Problema articulado como un corpúsculo trimembre: VOLUNTAD-ESENCIA-MUNDO, la forma fenoménica de algo indescifrable, el fenómeno de la voluntad y su reconciliación con la música. Nietzsche nos dio su lección en Música y palabra.
De tal corpúsculo sólo podemos hablar de MUNDO; podemos hacer la siguiente experiencia: cuando de repente apagamos la luz el ojo no ve, se hace la oscuridad; ¿qué ocurre entonces si dejamos una rendija de luz? Que el ojo va en busca de esa pequeña luz y empieza de nuevo a configurar las formas originarias. La experiencia de la noche es la experiencia del día, una experiencia que continuamente reinicia el sentido de las formas originarias en un círculo de eternidad, círculo de la nada, pero de vida material eterna, sin fictum hecho hueso. La originariedad conquistada por la visión interna, enfocada con un mecanismo cinematógrafo que puede guiar por sombras. También los ciegos pueden hacer esta experiencia para ganar el leib interno que “atusa” la música.
De tal corpúsculo sólo podemos hablar de MUNDO; podemos hacer la siguiente experiencia: cuando de repente apagamos la luz el ojo no ve, se hace la oscuridad; ¿qué ocurre entonces si dejamos una rendija de luz? Que el ojo va en busca de esa pequeña luz y empieza de nuevo a configurar las formas originarias. La experiencia de la noche es la experiencia del día, una experiencia que continuamente reinicia el sentido de las formas originarias en un círculo de eternidad, círculo de la nada, pero de vida material eterna, sin fictum hecho hueso. La originariedad conquistada por la visión interna, enfocada con un mecanismo cinematógrafo que puede guiar por sombras. También los ciegos pueden hacer esta experiencia para ganar el leib interno que “atusa” la música.
"Sí, hermanos míos, para el juego del crear se precisa un santo decir sí: el espíritu quiere
ahora su voluntad, el retirado del mundo conquista ahora su mundo." Así Habló Zaratustra, "de las tres transformaciones".
domingo, 18 de enero de 2009
Corpúsculo
En un juego vano,
al que la voluntad nos obliga,
nuestra forma de estar en la realidad
no merece la pena.
Mientras el arte hace huecos
la moral deshace obligaciones:
esa es la triste descripción de la vida actual.
Andar los planetas, las naves,
que nadie afronte el sufrimiento,
andar locos sueltos por la calle,
de phantasia.
Sin señales de vida,
que nadie responda;
la conformidad del padecimiento
excede lo ordinario, el tiempo del juicio.
Sana razón sin delirio,
operación del entendimiento:
pronóstico de astrólogos.
Cualquier preludio busca acabar,
se extingue y se apaga como fuego vano,
en filosofía ni siquiera sirve de entrada.
Sin rumbo ni orden,
sólo por absorción o por emisión
sobrevive como corpúsculos dando saltos.
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