La música nos trae la inapariencia de la verdad a la apariencia; y la inapariencia no se muestra tal lo que vemos; en cada gesto humano se desvela nuestra auténtica libertad, exactamente igual que en la música, pero no cualquier música ejecutada de cualquier manera y en cualquier contexto; debemos tocar, o “atusar”, entreapercibir lo que oímos para que se nos muestre, debemos “atusarlo” desde nuestro leib interno insobornable y más consciente que la realidad que se muestra y vemos, pues ésta siempre lo hace de forma inconsciente y arbitraria, en donde la mayoría de las conjeturas se efectúan según un fictum atraído por lo que vemos pero no “atusamos”. No existe ese fictum en cambio, en la música “atusada” de esa forma. La forma desde la que entendemos los sonidos musicales tiene más que ver con lo pasado que con lo que está por escuchar. Sólo algunas personas se muestran con ese talento, el que ayuda a la escucha o también el que pone en marcha el mecanismo; son los héroes de las vivencias que otros no saben ver; los sujetos sin objeto, sin subjetividad externa, que reflejan de forma instantánea la inapariencia del arte. Cuando la música así vista o “atusada” se convierte en la ilusión del colectivo, entonces la vida responde a la vida; se acorta la distancia de la obra con la recepción. Entonces puede que nos convirtamos en el “espectador fenomenologizante” que practica la epojé dejando el ipse fuera de la implosión identitaria de los signos musicales. Pero eso instituye los “fiadores” o entre-apercepciones del sentido que se busca como una NUEVA ONTOLOGÍA, las nuevas reglas para la voluntad, las pseudo-psicosis sociales. Problema articulado como un corpúsculo trimembre: VOLUNTAD-ESENCIA-MUNDO, la forma fenoménica de algo indescifrable, el fenómeno de la voluntad y su reconciliación con la música. Nietzsche nos dio su lección en Música y palabra.
De tal corpúsculo sólo podemos hablar de MUNDO; podemos hacer la siguiente experiencia: cuando de repente apagamos la luz el ojo no ve, se hace la oscuridad; ¿qué ocurre entonces si dejamos una rendija de luz? Que el ojo va en busca de esa pequeña luz y empieza de nuevo a configurar las formas originarias. La experiencia de la noche es la experiencia del día, una experiencia que continuamente reinicia el sentido de las formas originarias en un círculo de eternidad, círculo de la nada, pero de vida material eterna, sin fictum hecho hueso. La originariedad conquistada por la visión interna, enfocada con un mecanismo cinematógrafo que puede guiar por sombras. También los ciegos pueden hacer esta experiencia para ganar el leib interno que “atusa” la música.
De tal corpúsculo sólo podemos hablar de MUNDO; podemos hacer la siguiente experiencia: cuando de repente apagamos la luz el ojo no ve, se hace la oscuridad; ¿qué ocurre entonces si dejamos una rendija de luz? Que el ojo va en busca de esa pequeña luz y empieza de nuevo a configurar las formas originarias. La experiencia de la noche es la experiencia del día, una experiencia que continuamente reinicia el sentido de las formas originarias en un círculo de eternidad, círculo de la nada, pero de vida material eterna, sin fictum hecho hueso. La originariedad conquistada por la visión interna, enfocada con un mecanismo cinematógrafo que puede guiar por sombras. También los ciegos pueden hacer esta experiencia para ganar el leib interno que “atusa” la música.
"Sí, hermanos míos, para el juego del crear se precisa un santo decir sí: el espíritu quiere
ahora su voluntad, el retirado del mundo conquista ahora su mundo." Así Habló Zaratustra, "de las tres transformaciones".
No hay comentarios:
Publicar un comentario