Arquíloco y Aquiles olvidados

"No se puede la vida del hombre recuperar, ni comprar, una vez pasa la barrera de los dientes"(Aquiles, Ilíada 9,408)
El escudo que arrojé de mal grado en un arbusto,
soberbia pieza, ahora lo blande un tracio;
pero salvé la vida. ¿Qué me importa el escudo?
Otro tan bueno puedo comprarme.
(Arquíloco,traducción Ricardo Sánchez Ortiz)

ARQUERO

ARQUERO
ARQUERO

lunes, 18 de febrero de 2008

Cuarta Rotura: LA CONDICIÓN POST-MODERNA






LA CONDICIÓN POST-MODERNA

El informe que hace Lyotard sobre el saber tiene un OBJETO: la condición del saber y el estado de la cultura después de las transformaciones que han afectado a las reglas de juego de la ciencia, la literatura y las artes, a partir del siglo XIX.
¿Con qué relaciona el autor ese objeto? ¿Cuál es la relación? Con la crisis de los RELATOS. La ciencia entró en conflicto con los relatos que, devienen fábulas. Podríamos añadir nosotros que se trata de lo que Nietzsche llamó la fábula de la verdad convertida en ciencia, en su libro EL CREPÚSCULO DE LOS ÍDOLOS, en una conversión que se va a volver a repetir en la era informática.
La ciencia, si busca lo verdadero, o si debe ser verdadera ciencia, debe legitimar sus reglas de juego; esto se hace necesario en la era post-industrial democrática. Con lo cual la propia ciencia deviene filosofía, discurso filosófico, tal como la dialéctica del ESPÍRITU o la hermenéutica del sentido. Pero ese discurso filosófico implicaría el metadiscurso de la CIENCIA MODERNA, generando la incredulidad postmoderna con respecto a los metarrelatos.
Podríamos decir: si la ciencia busca lo verdadero y para eso debe legitimar sus reglas de juego(y para ello, a su vez, debe devenir FILOSOFÍA, discurso filosófico), al entrar en crisis el dispositivo metanarrativo de legitimación a causa de la incredulidad post-modernista: ¿cómo tiene ahora, la ciencia, que buscar lo verdadero? ¿Y cómo legitimar sus reglas?
Pero es que, a su vez, esa condición post-moderna se constituye según el efecto del progreso de las ciencias, el cual presupone así esa condición. El progreso presupone la incredulidad post-moderna con respecto a los metarrelatos. Con lo cual la propia ciencia ha adquirido la condición post-moderna; y la ciencia moderna ha entrado en crisis a partir de finales de los sesenta, debido sobre todo a la caída de la metafísica que la misma ciencia subsumía: “al desuso del dispositivo narrativo de legitimación corresponde especialmente la crisis de la filosofía metafísica”. Ese desuso tiene que ver con la indeterminabilidad de la forma lingüística, y cuando la determinamos, cuando la “formamos”, no es necesariamente comunicable.
Lyotard habla de que la sociedad actual o “la sociedad que viene” posee y emplea un recurso ante la crisis: la pragmática de la partículas lingüísticas y la institución por capas traducida a un “determinismo local” que, incluso podría ser provisional, aunque él no emplee este término.
Se nos presenta así un problema a resolver: los llamados DECIDIDORES o adecuacionistas que pretenden la conmensurabilidad de todos los elementos y la determinabilidad del todo. ¿Cómo se legitima entonces, según esos decididores la verdad científica? Optimizando, con operaciones, las actuaciones del sistema para buscar máxima EFICACIA. A su vez, esa optimización, podríamos pensar, va a depender de la creencia en la determinabilidad del todo.



Y así, vemos el EFECTO socioeconómico de la lógica decididora: menos trabajo (se hace menos y se abaratan costes) por un lado; pero por el otro más trabajo, para aliviar la carga social de población inactiva, y que se va a traducir en tiempo empleado. Es un efecto de inconsistencia: “y ya ni siquiera se espera una salida salvadora”.
Sin embargo, todo ello no acorda con la FORMA POST-MODERNA que, entra en contradicción con el resumen que acabo de hacer, porque es tan extraña al desencanto, al EFECTO, como a la positividad ciega de la deslegitimación, quedando la forma post-moderna en le aire. Y Lyotard pregunta: ¿dónde reside la legitimación de la VERDAD CIENTÍFICA? El criterio de operatividad es tecnológico y no sirve, puesto que se neutraliza; y el consenso discusivo de Habermas violenta los juegos del lenguaje, su heterogeneidad.
El saber post-moderno encuentra su razón en la PARALOGÍA DE LOS INVENTORES; y la forma post-moderna es una forma construida a base de las crisis, podríamos decir, de las diversas formas históricas; incluso se me ocurre que siguiendo la clasificación de los períodos de la técnica de Ortega: técnica del azar, técnica del artesano y técnica de la técnica, la forma post-moderna nos retrotrae, incluso transportándonos a ella, a la primera técnica, la del azar que de repente se topa con un invento que re-estructura lo que se había des-estructurado a partir de la crisis de la metafísica.

La hipótesis con la que trabaja Lyotard es la siguiente: el saber cambia de ESTATUTO al mismo tiempo que las sociedades entran en la edad POST-INDUSTRIAL y las culturas en la edad post-moderna.
El saber científico es una clase de discurso apoyado en el lenguaje. La fonología, las teorías lingüísticas, la comunicación y la cibernética, las álgebras modernas, la informática y lenguajes de ordenadores, la traducción, los lenguajes máquinas y los bancos de datos, afectan al saber en dos funciones: primero, en la investigación(afectada por la cibernética y genética),y segundo, en la transmisión de conocimientos.
Así que, podríamos decir que, las nuevas y revolucionarias disciplinas que cuajaron “institucionalmente” a raíz de las necesidades tecnológicas y estratégicas del hardware militar durante la segunda guerra mundial, se pueden agrupar en torno a la CIBERNÉTICA; todas ellas confluyen en esta “encrucijada”, cuyos imprecisos límites les sirvió originariamente de refugio. Pero, consideraciones históricas aparte, todas ellas parecen compartir el mismo “espíritu mecanicista” y se hallan coaligadas por idénticas aficiones matemáticas.
Cybernetics aparecía así como un manifiesto que esbozaba las líneas generales que justificaban el nacimiento de un nuevo campo científico. Comenzaba con una exposición de una serie de teorías físico-matemáticas nuevas (la mecánica estadística de Gibbs, la teoría de las series temporales, en cuyo desarrollo había trabajado Wiener, y la teoría de la información de Shannon), que suponían una crítica radical a la mecánica clásica en base a la posibilidad de un afinado tratamiento matemático probabilista de los problemas que ésta mal-resolvía con rígidos modelos causales. Esta primera parte constituía la cibernética general o formal. La segunda parte, en cambio, ponía en conexión estas ideas con conceptos y problemas de otras disciplinas como la fisiología, la psicología, la psiquiatría y la sociología, de modo que resultaba una especie de cibernética material o aplicada. Pero no se excluía
una realimentación efectiva entre estas partes y disciplinas y se postulaba una analogía como principal procedimiento de razonamiento, en la medida en que su gran flexibilidad permitía la transferencia de modelos de un campo a otro con el consiguiente incremento en la eficacia. El objetivo central de la cibernética, desde el punto de vista ejecutivo, consiste en construir un “sistema artificial” tan semejante al cerebro humano como sea posible. Tal propósito conlleva dos categorías fundamentales de problemas: primero, problemas tecnológicos: ¿cómo reproducir mecánicamente las funciones del cerebro de manera que se obtengan los mismos resultados? Segundo, problemas técnicos: ¿qué suposiciones hay que hacer para que el modelo opere exactamente igual que un cerebro humano? Los primeros nos remiten a la creación de computadores electrónicos y al uso que físicos y matemáticos han hecho de ellos para resolver problemas científicos y de comunicación. Los segundos nos remiten al vasto tema de la “simulación”, y sobre todo, al de la “inteligencia artificial”, en los que subyace la hipótesis básica de la cibernética, tal como J.O. Wisdom la formula. Del mismo modo que en el siglo pasado la teoría de la evolución de Darwin borró las fronteras que separaban infranqueablemente al “hombre” del “animal”, en nuestro siglo, pasado ya, la cibernética pretende dar un paso más en esa dirección y borrar las fronteras entre los sistemas “vivos” y “no vivos”, entre “organismo” y “materia inorgánica”, entre biología y física; pretende extender las teorías que valen para las máquinas, al individuo y la sociedad, y hacer una simple sustitución de los términos “organización” y “gobierno” por el de control. Suele objetarse que el proyecto de captar al “hombre completo” desde las máquinas es puramente “metafísico”. El camino inverso es realizar un estudio del hombre que nos conduzca a nociones válidas para las máquinas. La cibernética transita dialécticamente ambas vías y sus investigadores han aceptado el “reto” de simular exactamente las operaciones de la mente humana. En 1950 Alan M. Turing planteaba claramente la cuestión en un célebre y pionero artículo: ¿Puede pensar una máquina? La respuesta era afirmativa. Filosóficamente hablando, la cuestión de fondo entre “mecanicismo” y “organicismo” no se plantea sobre si es posible o no simular al “hombre total” (que es una cuestión empírica), sino sobre si el “atomismo” explica la COMPLEJIDAD (natural o artificial) mejor que sus alternativas “holistas” y “estructuralistas”. En este punto hay que ubicar el fracaso de la cibernética. Por lo demás “simulación” no es “identidad”.
Lyotard propone una cuestión: ¿Puede el conocimiento traducirse a cantidades de información? Todo lo que en el saber constituido no puede ser traducido a lenguaje máquina será olvidado. Tanto productores como utilizadores deberán poseer medios de traducir lo que buscan, los unos al inventar y los otros al aprender.
En el libro de Lyotard podemos encontrar al menos cinco consecuencias alternándose las positivas y las negativas:
1/ Con la hegemonía informática se impone una cierta LÓGICA PRESCRIPTIVA con “enunciados de saber”, produciéndose, podríamos añadir, o conversiones, o inversiones o reducciones.
2/ Se puede esperar una potente exteriorización del saber.
3/ La Bildung del espíritu cae en desuso: se puede adquirir SABER sin tener Bildung, con lo que se impone, aunque esto no lo dice él, la lógica de la “MERCANCÍA INFORMACIONAL DEL SABER”, por el que se exige un precio, se produce saber para ser vendido y cambiado, o ser valorado en una nueva producción. El saber deja de ser su propio fin, pierde su “valor de uso” y se convierte en la principal fuerza de producción: CIENCIA SOBERANA que, interviene directamente en el poder.
4/ Riqueza en los mensajes y facilidad en la descodificación.
5/ El ESTADO ya no es el “cerebro” de la sociedad sino: factor de opacidad, “ruido” para una ideología de la “transparencia” comunicacional. Con lo cual nos topamos de lleno con el problema de la LEGITIMACIÓN y SUPERVIVENCIA, pero también con el del Arte y la apariencia (la estetización de la realidad y justificarla estéticamente, como decía el Nietzsche de Wagner); el Arte, se me ocurre decir, entendido de las diversas maneras históricas, todas ellas “válidas”, porque todas se van a dedicar (amén de la “consciencia post-industrial”)a esa “ideología de la transparencia comunicacional”, y con él la apariencia en que se presenta la misma información, van a adquirir un papel primogenético manejado por la CIENCIA INFORMACIONAL SOBERANA de la autonomía de los propios artistas y productores. Pero digamos que, mientras los ideólogos de la transparencia informacional comunican mediante esa apariencia, la legitimación viene dada al poner eso como “ruido” repetido en una forma científica como foro de discusión abierto basado en ¿argumentos?, haciendo o, pretendiendo hacer legítima la soberanía del saber científico y reduciendo el arte a la tecnociencia.
La misma comercialización de saberes va requerir una re-interpretación y una nueva puesta en forma, según leyes del márqueting publicitario. Con lo cual la descodificación va a ser sencilla mientras se aplica la lógica prescriptiva de la traducción del lenguaje-máquina según su soberana maquinaria simbólica. La cuestión, fenomenológica ya, a resolver es: ¿se puede comercializar toda clase de información? Dependerá de las “exigencias económicas“ y de las “exigencias estatales”; las exigencias económicas son formas nuevas de circulación de capitales: empresas multinacionales que, ponen en peligro la estabilidad del Estado, que pasaría a cliente de las multinacionales. Todo ello supone una transformación del SABER, y ya no se trata de saber o no saber, ignorancia, sino de conocimientos de pago y conocimientos de inversión: “se imaginan paralelamente flujos de conocimientos que pasan por los mismos canales y de la misma naturaleza, pero de los que unos estarían reservados a los “decididores”, mientras que otros servirían para pagar la deuda perpetua de cada uno con respecto al lazo social”, página 19.
El saber científico entra en conflicto con el saber narrativo y aborda directamente el problema d ela legitimación: “Sea una ley civil: se dicta: tal categoría de ciudadanos debe realizar tal tipo de acción. La legitimación es el proceso por el cual un legislador se encuentra autorizado a promulgar esa ley como una norma. Sea un enunciado científico; está sometido a la regla: un enunciado debe presentar tal conjunto de condiciones para ser aceptado como científico. Aquí la legitimación es el proceso por el cual un “legislador” que se ocupa del discurso científico está autorizado a convenir las condiciones convenidas (en general, condiciones de consistencia interna y de verificación experimental) para que un enunciado forme parte de ese discurso, y pueda ser tenido en cuenta por la comunidad científica”.
Digamos nosotros que la cuestión de la legitimación de la ciencia es equivalente a la legitimación del legislador ya desde Platón. El problema de la legitimación de la ciencia aparece ligado, entonces, a la legitimación del poder, tanto que, SABER y PODER son dos caras de una misma cuestión: “¿quién decide lo que es saber y quién sabe lo que conviene decidir?” Lyotard liga la cuestión del saber a la del gobierno. Y sin duda, hay que poner el acento sobre loa ACTOS DE HABLA y su aspecto PRAGMÁTICO ; hay que ir directamente a la posición de Wittgenstein sobre los juegos del lenguaje : sus reglas forman parte de un contrato explícito o no entre los jugadores; a falta de reglas no hay juego, y esas no son modificables ni pueden no cumplirse; además “todo enunciado debe ser considerado como una “jugada” hecha en un juego. Con lo que los juegos del lenguaje es un método. PRIMER PRINCIPIO que subtiende el método: “hablar es combatir, en sentido de jugar, y que los actos del lenguaje se derivan de una AGONÍSTICA general”. Eso no implica que se juegue para ganar, sino que se puede jugar para INVENTAR jugadas. SEGUNDO PRINCIPIO: “el lazo social está hecho de jugadas”, página 28.
¿En qué consiste esa agonística del lenguaje? Recurramos nosotros al pensamiento griego; se ha dicho que las aporías de Zenón siguen esperando que se las refute; si eso es verdad, el logos zenoniano representa una cima de la teoría de la razón, el punto extremo de la racionalidad griega. En tal caso se impondría la necesidad de una comparación entre esa razón destructiva y la razón constructiva, tal como la entiende la filosofía moderna. Los sabios de aquella época entendían la razón como un “discurso” sobre alguna otra cosa, un “logos” que precisamente lo único que hace es “decir” o expresar una cosa diferente, heterogénea y enigmática; posteriormente ese impulso originario de la razón se olvidó y se consideró el “discurso” como si tuviese autonomía propia (esto, ¿hasta la crisis del modernismo?); pero dese el principio la razón había nacido como algo complementario, como una repercusión, cuyo origen estaba en algo desconocido u oculto fuera de ella, que dicho “discurso” no podía devolver, sino sólo señalarlo; Cuando se produjo el equívoco habría que haber inventado una formulación nueva, una nueva estructura, adecuada a perspectivas diferentes, a una legislación que proclamara la autonomía de la razón. En cambio se siguió conservando el edificio del “logos” primitivo, que había sido sólo un arma agonística, un símbolo manifestante. Así nació la retórica, con la vulgarización del primitivo lenguaje dialéctico , y se hace igualmente agonística, pues los oyentes deberán juzgarla en comparación con lo que digan los otros oradores. En el discurso retórico el orador lucha por subyugar a la masa de sus oyentes atenienses. Mientras que en la dialéctica se luchaba por la SABIDURÍA, en la retórica se luchaba por una sabiduría dirigida al PODER, para aplacar las pasiones de los hombres, para ello emplea la palabra viva. Esta es la distinción que Lyotard presupone en el lenguaje, y en la distinción SABER CIENTÍFICO/SABER NARRATIVO. En la representación metódica del SABER hay dos modelos, según él, y dos sociedades, dos discursos sobre la sociedad que vienen determinados por el corte epistemológico que proviene no sólo del siglo XIX, sino también, como hemos visto, de la crisis que tuvo lugar en la democracia ateniense.