Los camellos y los hombres llevan la misma carga; la psicología tiene cierto poder, muy intenso asociado con el cuerpo; agitación de la antigüedad; alguien se proclama Rey en un Reino; otros hechos no se pueden probar; pero el fanatismo del baustista es difícil. Uno que demuestra con su vida lo que otros han dicho que se cumpliría, es un títere. Cuando en su tierra le ponen a prueba de lo que creen una hechicería echa mano recurre al concepto de tentación, no se puede tentar la suerte ni a nadie; las cosas deben de seguir su curso; y la cosa queda en empate psicológico. Sólo se puede apelar a la bondad de los desconocidos. Hasta que un grito despierta a Lázaro y una tormenta se desata, el ciego parece ver y unos replicantes proclaman la mediación del héroe…la apariencia y la verdad confrontadas, los pobres y los ricos en el reproche de Judas cuando ungen al héroe para la sepultura con un ungüento demasiado valioso. Hoy día sería un milagro de la “corporación dermoestética”, una marca que se convierte en un icono. Una identificación, una catarsis en la que se quiere apropiar del objeto, al contrario que la catarsis trágica y pagana; prueba de ello es la subversión en el templo, no complacerse en sangre de bueyes y machos cabríos que escribas y fariseos proclaman en la práctica; el pueblo está con él pero no luchará por él; al final triunfa la catarsis trágica. Al final aman al que da muerte al héroe y se salvan por ello, es la resignación, la revolución que se anula; el consuelo de los siglos.
(crítica basada en la película "La historia más grande jamás contada".)
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