las puertas del infierno. foto Museo-Casa Rodin |
• El Forastero y la filosofía
Contemplar la pobreza desde lejos, no hay afirmaron más radical en los tiempos modernos; es una frase del nuevo albúm de Juan Perro: Río Negro; aunque hoy ya no somos ni posmodernos, sin embargo nos hemos vuelto hacia lo moderno-, la distancia, el desajuste, la no identificación, la mirada salvífica egoísta del sí-mismo actúa tanto como nos representa; el asombro de Auserón no es en balde; la ilusión marcha a ritmos forzados de una plataforma que nos sube y baja de la realidad como de la mina; la huida ya no sirve, no hay tierra firme; el río negro arrasa con todos; aunque ahí parece que funcione como un prejucio, que sin embargo el ritmo de blues hace atenuarse; el mundo carece de sentidos, va en una única dirección; huelo un perfume pesimista en las letras que, sin embargo rompe la música en todo momento; cuando no es el blues, son acordes de jazz introducidos de forma adecuada; aunque intentemos alejarnos de nuestro planeta y de esta insidia, parece que nos toman el pelo, pues nos quedaremos sin carburante, sin materia, y vagaremos como espíritu, narcotizados, sin consciencia, ya no sabremos de andar, ni beber, ni aparentar ser perfectos ciudadanos, por la bestia del rincón que ha echado a las ideas del mundo de los vivos; estamos hipotecados para pagar la inmoralidad a los millonarios; tecnología inventada tecnología …y dudas: ¿cuándo termina el viaje? Para el orgullo que no sabe de su poco talento realmente parece que nunca; todo se pone en contra y seguimos sin talento para superarnos; este disco nos ayuda a terminarlo. Juan Perro parece que sabe muy bien llenar el vacío ocurrente entre las palabras y las cosas para transmitir un medio de ficción poética social al que le da un carácter muy determinado, eso sí, de un contenido a mi juicio radical, pero es que lo "radical" es intrínseco a la música,si ésta no se hace como mera "mímesis"; de esa radicalidad se resiente la música, como el mismo Auserón nos explica en el libro: "La imagen sonora", ed. Episteme; ese "resentimiento" se suele pagar en forma de moralidad en la música; y ahí están los ejemplos históricos de que la música popular no sólo rompe y desecha prácticas sociales, sino que muchas veces de rebote, por el efecto incalculado y azaroso de la recepción, ayuda a instaurar y reforzar viejas instituciones y creencias. De todo esto puede escapar claro está, a no ser que los sonidos lleguen a institucionalizarse en la memoria común, el jazz instrumental.
Para los que hayan aprehendido la música se echarán una siesta sobre de la higuera, pero para los que no, saldrán disparados al cosmos hipotecados. Los pies sobre la tierra, es la única salida que nos queda; y sólo el ritmo nos atrae a la tierra. De forma negativa que justifica esto es “Pies en el barro”, la apariencia del hombre se va vistiendo de forma adecuada a la situación particular del momento; aquí la sensatez es adaptarse y olvidar “los zapatos que compré”.
Don Santiago como siempre se supera a sí-mismo, y gracias. En Reina Zulú asegura todo lo aprendido en discos anteriores; pero lo aprendido y la rotundidad gana en proyección, ya no mantiene la distancia ni la resignación de Cozumel; es una invocación, una llamada de atención, una experiencia directa y material, y una veneración también. Pero la realidad vivida e inventada sostienen un esquema muy complejo con la música; no basta con una simple audición; en “Malasaña” oímos a un Auserón resabiado pero sabio, contundente; su experiencia le avala; va siempre por delante, sin fantasmas que le abran el camino, al contrario que les ocurre a otros de la época.
La música no siempre acompaña a la lógica del contenido de la letra, como es natural; el desajuste ahí puede despistarnos; la música a veces actúa de forastero con las letras. Ese es precisamente su encanto; vence el poder de la apariencia y la reduce a símbolo, como decía Nietzsche. La capacidad expresiva de la música es reconocida por los ojos gracias a la palabra. Desde luego no es una música para leer sino para elevar el goce estético. Música y palabra corren en paralelo; la palabra va detrás siempre, esperando que el sentido y el sentimiento se aclaren, pues lo inmediato es el sonido. En los girasoles robados podemos intuir y aprehender esto con más claridad; el sentimiento en este caso del amor espera para ser esclarecido por la música como ojos de cristal que gotean entre párpados.
Nos vamos deseando reencarnarnos en un pájaro de Siracusa, mi favorita, entre las ruinas de la humanidad; no hay una línea en el tiempo que marque el paso; todo se agita al ritmo fijo de una especie de claridad “distinta y oscura” que llega no sabemos cómo a un remanso, o a una rama. Esto está condicionado a una ilusión, la de la propia composición, que abre una esperanza contundente; Euclides desarrolló allí su geometría. Ningún gran filósofo se dedicó a la filosofía como tal; Auserón es un músico que destila mucha estética filosófica por no ser filósofo declarado.
Por fin el sonido se ha convertido en música y ya podemos dormir con el zagal, tranquilos pero con precaución, porque hasta los sueños nos dice Auserón q deben de estar sujetos a vigilancia, o partir llevados por alguna estrella solitaria, o por un pájaro que comparte canto con sus semejantes.-
Gran capacidad de figuración. Aunque estemos, la humanidad, a las puertas del infierno, la música funciona. Sal cuando puedas y cierra; si sales, recuérdalo._
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